Palabra:
“En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio” (Salmos 62:7)
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“He sido quebrantado muchas veces”. Así me dijo este hombre que hablaba conmigo mientras tomábamos un café. “Creo que una vez más no podré aguantar. Ha sido una de tras de la otra y eso me ha drenado el espíritu”. Realmente al oír toda su historia mi corazón se estremecía.
No sabía que responderle. Decirle simplemente que confiará más en Dios o que orara más o que no dejará de asistir a la iglesia, no le iba a ayudar en nada. El quería algo más sustancial.
Por qué Jesús dijo “Bienaventurados (totalmente felices) los que lloran, porque ellos serán consolados”.
El trabajo del Espíritu es quebrar nuestro ego y nuestra voluntad para que podamos reflejar a Cristo.
Nuestra vida es como un grano de trigo. Una cáscara dura protege y encierra la vida. Para que la vida salga necesita la cáscara ser quebrantada, partida, despedazada, desmenuzada y entonces la vida fluye para dar vida a otros granos.
Si hoy me niego a pasar por el proceso, perderé la oportunidad de crecer, ser refinado, purificado y proyectado. Mi vida más que una extensión en mis éxitos es la prolongación de vida en mis quebrantos.
Lo que parece duro en mi se deshace en el mismo momento que me abandono en las manos de aquel que me ha llamado a su muerte para luego se participe de su resurrección.
No hay vida que fluye a menos que mi orgullo sea hoy quebrantado y entonces podré ser humilde como Él lo es.
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Oración:
Señor, De ti aprendo que eres manso y humilde de corazón. Hoy acepto con alabanzas todas las pruebas que guarde mí camino, porque se que ellas a pesar de difíciles fortalecerán mi fe y me acercarán más al propósito de bien que tienes para mí. Amén.