03 de Octubre: A Su Imagen

Palabra:

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. (Efesios 5:1-2)

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Nuestro llamado como cristianos es imitar a Cristo, ¡pero qué pisadas tan grandes dejó! El Padre celestial testificó varias veces: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3.17). ¡Es imposible llegar a ser como Él!

Afortunadamente, el Señor no espera que seamos perfectos como Jesús. Por conocer Dios las trabas que nos pone la debilidad de nuestra carne, Él nos ve como niños que están aprendiendo todavía. Así como una madre se regocija por los primeros pasos de su bebé, también nuestro Padre celestial se deleita en nuestros primeros pasos vacilantes de obediencia al tratar de caminar con Él.

El objetivo es el crecimiento. Una vez que un niño aprende a caminar bien, el regocijo de sus padres cambia a logros más maduros, como correr. Mientras sigamos creciendo en nuestra fe, nunca dejaremos de aprender nuevas formas de agradar a nuestro Padre celestial. Él nos ama, y pacientemente nos da ánimo en cada nivel de madurez nuevo.

Lo que es importante para el Señor, es la disposición de nuestros corazones. En medio de todas nuestras debilidades, fracasos y tentaciones, Él ve los deseos de nuestros corazones y sabe cuánto le amamos y queremos ser obedientes. Inclusive, cuando damos pasos en falso, Él nos ayuda y alienta con su Palabra.

Muchos creyentes son más agradables al Señor de lo que piensan. Si usted tiende a ser perfeccionista, dese tiempo para crecer. El Padre se lo da; por eso, véase a través de sus ojos. Él está esperando, no para condenar sus esfuerzos, sino para ayudarle a convertirse en la persona que Él quiere que sea.

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Oración:

Señor, abro mi corazón para que lo transformes cada día cambiándome para bien y convirtiéndome, según Tu voluntad, en la persona que esperas que sea.