Palabra:
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)
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Al dejar el camino del mundo, los creyentes han elegido un camino estrecho (Mt 7.13). Pero no deambulamos a ciegas por él. El Espíritu Santo es nuestro guía. Él dirige nuestros pasos hacia nuevas oportunidades, y nos da discernimiento para que podamos tomar decisiones acertadas que nos mantengan en el camino correcto para hacer la voluntad de Dios.
Es un viaje en el que tendremos que detenernos con frecuencia y buscar dirección. A Dios le complace responder nuestras peticiones de dirección, ya que quiere mantener a sus seguidores en el centro de su voluntad. Sin embargo, hay muchos cristianos que no saben cómo seguir la dirección divina.
Buscar la dirección de Dios involucra un patrón que comienza con la limpieza; en otras palabras, el primer lugar donde debemos mirar, es nosotros mismos. Haga la siguiente pregunta: “Señor, ¿ves algo en mi vida que puede interferir con mi comprensión de lo que dices?” El pecado suspende el proceso de orientación: estrangula el poder que fluye del Espíritu Santo, y eso oscurece nuestro juicio (1 Ts 5.19). Primera de Juan 1.9 nos dice que Dios nos limpia de toda iniquidad cuando confesamos nuestros pecados. La Biblia también contiene una clara advertencia para quienes se niegan a renunciar a un hábito o una actitud de rebeldía: el Señor no los escuchará (Sal 66.18). Cuando Él trae a la mente áreas donde haya problemas, hay que dejarlas delante de la cruz.
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Oración:
Señor, permíteme reconocer aquellas cosas que en mi persona, o en mi vida, me impidan comprender y poner en práctica las enseñanzas de Tu Palabra. Ayúdame a corregirlas y superarlas para poder ser digno de Tu grandiosa e infalible dirección, en cada área de mi vida.