Palabra:
“Hazme oír por la mañana tu misericordia, Porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, Porque a ti he elevado mi alma” (Salmos 143:8)
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En un libro de normas de conducta leí alguna vez un pasaje llamado “Las 8 grandes maneras de llevarse bien con los demás”. En la lectura se observaba una lista de cosas para un mejor relacionamiento con las personas a nuestro alrededor. Algunas de las que puedo recordar eran: Hablar con franqueza, Escuchar, Compartir, Respetar y Solicitar con educación.
Una que me pareció importante pero peculiar a la vez era “Alejarse”. Me parecía contradictorio para una buena relación con otros tratar de alejarse, pero luego al leer las reflexiones del autor, reconocí que eran muy válidas. Él comentaba que en algún momento podemos intentar entablar una conversación con alguien y simplemente no funcionará, y todo ello por una simple razón: no importa quien seas, habrá personas que aceptarán tu punto de vista y otros que simplemente no lo aceptarán y debemos convivir con ello.
Jesús dijo a sus discípulos que si alguna persona rechazaba su mensaje, ellos debían alejarse y llevar ese mensaje a otro lugar (Marcos 6:10-13). Probablemente muchos pudieron haber visto algún tipo de debilidad en esa acción, pero de hecho Jesús mismo en magnífica sabiduría, estaba consciente de que ello los haría más fuertes.
¿Por qué consumir energías en convencer al incrédulo, cuando se podían concentrar esas energías en llevar el mensaje del Señor a lugares donde rendiría el mayor de los beneficios? Así Jesús con su mensaje de paciencia y obediencia liberó a sus discípulos para hacer su trabajo de sanación y enseñanza donde haría mayor bien.
Sé que nos resulta difícil imaginar que en situaciones como estas dejemos la batalla y mostremos cierta “debilidad”. Sin embargo Jesús de tiempo en tiempo nos llama a hacer exactamente eso, sabiendo que de alguna forma en los momentos en que dentro de algún grado de debilidad, cedemos, podemos lograr a partir de allí el mayor de los impactos.
Considera en este momento tus fortalezas y debilidades, y pregúntate cuál de ellas guarda el mayor potencial para continuar con gratitud y obediencia el camino de la Fe.
Recuerda: así como confías en Cristo, Cristo para ello confía en ti.
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Oración:
Señor, tu que cada día me guías a través de tu espíritu, enséñame a reconocer, cuando continuar la batalla y cuando retirarme. Guíame en el camino de la fe, al lugar donde haré en tí, el mejor de mis esfuerzos. Amén.