Palabra:
“El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar” (Mateo 8:26)
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Los hombres que viajaban con Jesucristo en una tempestuosa noche de Galilea, dijeron algo que debe hacernos prestar atención: “¿Qué hombre es éste…?” Si nos hacemos la misma pregunta, comenzaremos a ver todo el panorama de quién es el Señor Jesús, en vez de concentrarnos en los fragmentos de su personalidad revelados en relatos individuales.
Cuando el viento que circula a través de un estrecho desfiladero pasa sobre el Mar de Galilea, el agua se vuelve turbulenta. El Señor y sus discípulos fueron atrapados en una peligrosa tormenta mientras se dirigían a Gadara. Las olas se estrellaban sobre la cubierta de la embarcación de madera. Los experimentados marinos a bordo estaban seguros de que su muerte era inminente.
Sin embargo, Jesús dormía. Descansaba tranquilamente en medio de una tormenta tan espantosa que la palabra griega usada para describirla es seismos—la misma raíz de la frase “actividad sísmica” para terremotos. ¿Qué hombre es éste, que puede dormir mientras la embarcación es levantada y lanzada? La respuesta es: El que creó los mares y sabe cómo se forma una tormenta, y cuál fuerza hace que una ola se mantenga en movimiento. Un ser divino vestido de humanidad, que reprendió a los vientos y al mar, aquietándolos perfectamente.
Las Sagradas Escrituras dicen que tanto el aire como el agua se calmaron al instante ante la orden de Jesús. Tal es el poder de Jesucristo, el Creador y Señor del universo. Vistos en conjunto, todos los relatos de la Biblia acerca del Señor revelan el gran hecho de que Él es el único hombre digno de toda gloria, honra y alabanza (Dn 7.13, 14).
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Oración:
Señor, dejo en Tu inmenso e insondable poder todas mis cargas y preocupaciones y te entrego mi confianza y mi fe, pues eres el único digno de toda honra, alabanza y gloria.