18 de Septiembre: Corazón Humilde

Humildad para Dios

Palabra:

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6)

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Cuando era un niño, tuve un accidente casero que termino con una gran herida en el pie, que requirió colocar varios puntos de sutura. Recuerdo claramente las palabras del doctor, al recomendarme que no mirara hacia abajo, hasta que sanara la herida porque me asustaría, al ver, siendo un niño, semejante incisión.

En nuestras vidas, nos encontramos con un sentimiento, que nos invita a mirar hacia abajo, pero ya no a un miembro del cuerpo, como en mi caso, era el pie, sino a otros a nuestro alrededor. Se trata del orgullo, que asumido de la manera incorrecta, puede llevarnos a creer que en alguna forma somos superiores a los que nos rodean, o llevarnos a pensar que somos autosuficientes, hasta el punto que no dependemos o necesitamos de nadie para continuar nuestro camino.

Jesús en la parábola acerca del fariseo y el publicano cuenta la historia de como tales personajes asistieron al templo a orar (Lucas 18:11-13). El fariseo se sentía superior a otros y en una oración cargada de orgullo, expresaba su agradecimiento al Señor, por haberlo hecho diferente a otros hombres; haberlo colocado a su parecer en una clase aparte de los injustos, adúlteros, publicanos. Por el contrario, el publicano, se humillaba ante Dios, reconocía que había pecado y clamaba al Señor, por su perdón.

Si el orgullo invade tu corazón, retoma tus fuerzas para alejarlo y en oración acercarte nuevamente al Señor. Recuerda que mirando a otros desde arriba, perdemos la perspectiva para mirar lo realmente importante: el Dios amoroso, compasivo y misericordioso que se encuentra encima de nosotros y que sólo obra para nuestro bien.

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Oración:

Señor, solo Tú que determinas la naturaleza de todas las cosas, tienes el poder para transformarme y liberarme, del orgullo que al invadir mi corazón, me impide verte completamente. En ti confío para recorrer bajo tu mano restauradora, ese camino que me llevará a convertirme en la persona que me has llamado a ser. Amén.