29 de Enero: Espíritu de Humildad

28JunioPromesa

Palabra:

“El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano… Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:11,13)

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Cuando era un niño, tuve un accidente casero que termino con una gran herida en el pie, que requirió colocar varios puntos de sutura. Recuerdo claramente las palabras del doctor, al recomendarme que no mirara hacia abajo, hasta que sanara la herida porque me asustaría, al ver, siendo un niño, semejante incisión.

En nuestras vidas, nos encontramos con un sentimiento, que nos invita a mirar hacia abajo, pero ya no a un miembro del cuerpo, como en mi caso, era el pie, sino a otros a nuestro alrededor. Se trata del orgullo, que asumido de la manera incorrecta, puede llevarnos a creer que en alguna forma somos superiores a los que nos rodean, o llevarnos a pensar que somos autosuficientes, hasta el punto que no dependemos o necesitamos de nadie para continuar nuestro camino.

Al entregarnos al Señor, conocemos su poder, que es, en cada sentido, inmensamente superior y que se encuentra encima de  nosotros. Al convertirnos en individuos orgullosos que sólo miran hacia abajo tanto a las situaciones como a las personas que los rodean, no podemos alzar nuestra mirada para contemplar, lo que sobre nosotros se encuentra: la presencia gloriosa de Dios.

Jesús en la parábola cuenta acerca del fariseo y el publicano que acudieron al templo a orar. El fariseo se sentía superior a otros y en una oración cargada de orgullo, expresaba su agradecimiento al Señor, por haberlo hecho diferente a otros hombres; haberlo colocado a su parecer en una clase aparte de los injustos, adúlteros, publicanos. Por el contrario, el publicano, se humillaba ante Dios, reconocía que había pecado y clamaba al Señor, por su perdón.

Si el orgullo invade tu corazón, retoma tus fuerzas para alejarlo y en oración acercarte nuevamente al Señor. Recuerda que mirando a otros desde arriba, perdemos la perspectiva para mirar lo realmente importante: el Dios amoroso, compasivo y misericordioso que se encuentra encima de nosotros y que sólo obra para nuestro bien.

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Oración:

Señor, solo Tú que determinas la naturaleza de todas las cosas, tienes el poder para transformarme y liberarme, del orgullo que al invadir mi corazón, me impide verte completamente. En ti confío para recorrer bajo tu mano restauradora, ese camino que me llevará a convertirme en la persona que me has llamado a ser. Amén.